Una leyenda:
Cuenta una leyenda catalana que, hace mucho tiempo, mucho tiempo, concretamente en la Edad Media, un terrible dragón atemorizaba a los habitantes de Montblanc, un precioso pueblecito de Cataluña. El monstruo causaba estragos, devoraba a los animales y, sobre todo, a los nervios y al bienestar de la población. Para calmar la ira del dragón, los habitantes decidieron que, diariamente, sacrificarían a una persona, escogida por sorteo, y se la ofrecerían como señal de buena voluntad. Pero un día, el azar quiso que el rico manjar fuese la hija del rey que, valiente y justa con el resto de mortales, decidió ofrecerse en sacrificio. Cuando el dragón, ante tan selecto menú gourmet, la iba a devorar, apareció un hermoso caballero; era Sant Jordi, que clavó su lanza a la bestia, y de la sangre del dragón surgió un rosal de rosas rojas.
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