El puente de diálogo más transitado para el pensamiento ha sido el que va de Francia hacia América Latina. El libro que coordina nuestra invitada, la filósofa Angélica Montes Montoya, toma el camino inverso, pues presenta las reflexiones de una quincena de autores, en su gran mayoría latinoamericanos, sobre las nociones de utopía y distopía. Entrevistamos a esta intelectual franco-colombiana, gran defensora de la democracia representativa y del Estado.
Angélica Montes, ¿es Usted afrodescendiente, como se dice en Colombia, su país de origen? “Yo prefiero decir que soy caribeña”, responde la invitada de París América con ocasión de la publicación de “Utopías y distopías en el imaginario político” (ediciones L’Harmattan), obra colectiva reúne una quincena de ensayos escritos, en su gran mayoría, por pensadores latinoamericanos cuyos textos han sido traducidos al francés. Angélica Montes Montoya es uno de los coordinadores junto con Obed Frausto y Sébastien Lefèvre.
“Yo me identifico más con la geografía del archipiélago del Caribe, con una territorialidad amplia, ese Caribe que va desde Cartagena, donde nací, e incluye las costas de América Central, Estados Unidos y que, de alguna manera, se extiende imaginariamente hasta el gran Mediterráneo”, agrega.
Este interés ha llevado a Angélica Montes Montoya a estudiar cuestiones relacionadas con el denominado “Gran Caribe”, los poetas, los literatos y los filósofos de esa región, entre otros, Édouard Glissant. Sobre este poeta martiniqués, acaba de publicar un libro titulado “La créolisation errante”.
Pero, ¿cómo nace su interés por la filosofía y, en particular, por la filosofía francesa? “Por pura casualidad. En realidad, se debió a la visita feliz a Cartagena de una profesora invitada francesa. Ella me introdujo en el pensamiento de Deleuze, Guattari y Foucault, entre otros”, explica.
Doctora en filosofía de la Universidad París 8, profesora, ensayista, autora de “La representación del sujeto negro en la historiografía colombiana” (L’Harmattan), graduada de un máster en Estudios Sociales Latinoamericanos en el Instituto de Altos Estudios de América Latina (París), Angélica Montes Montoya nos explicó el propósito del libro sobre las utopías y distopías.
Transitar el puente que va de América Latina a Francia
“Con los otros dos coordinadores del libro, queremos dar a conocer el pensamiento latinoamericano en Francia. Las filósofas y los filósofos latinoamericanos son poco conocidos hoy en Francia. Muy pocos. Por eso, el objetivo era generar un verdadero diálogo de saberes. Una de las de las consignas permanentes de Francia en su francofonía es generar puentes de diálogo. Pero generalmente ese puente va de Francia hacia América Latina. Ese puente no es suficientemente transitado de América Latina a Francia”, apunta.
Los coordinadores escogieron autores que ya tienen una cierta trayectoria, un posicionamiento, con artículos traducidos al inglés, por ejemplo. Entre los autores se encuentran Rita Segato, Santiago Castro-Gomez, Rocío Zambrana, Hugo Busso, co-autor con Montes Montoya de un texto sobre el concepto de “ecoocreatividad”.
Ahora bien, ¿por qué recopilar ensayos de autores latinoamericanos sobre la utopía?
“Porque la utopía es fundamental. Pensar la utopía es casi un ejercicio de salud mental. Si no somos capaces de imaginarnos algo mejor del mundo en el que estamos, creo que tendríamos numerosos suicidios. No pensar la utopía es como no tener nada por delante. Ese ejercicio de la utopía nunca lo hemos abandonado. Lo único que fue abandonado fue el término mismo, sobre todo, en los años 90, cuando se decía que era el fin del comunismo y que el único destino de las sociedades era el capitalismo. Por eso mucha gente dijo: ‘Si el capitalismo va a ser el destino, no tenemos que imaginarnos ningún otro’. Pero el capitalismo ha mostrado sus lados negativos. Y de nuevo hay que pensar cómo imaginarnos una sociedad con el capitalismo y a pesar del capitalismo”, sostiene.
Sin embargo, ella tiene la íntima convicción de que el fin del capitalismo no está cerca. “La radicalidad es creer que vamos a salir del capitalismo. Pero no, no vamos a salir del capitalismo. La radicalidad también es creer que vamos a deshacernos del Estado y de la democracia representativa porque presumiblemente no nos representan y no nos pueden salvar. Cuando uno interroga a las personas que sostienen estos discursos radicales sobre la manera en que nos vamos a organizar sin capitalismo y sin democracia, no te dan ninguna respuesta ni te ofrecen tampoco ninguna alternativa. Mejor dicho, te dicen ‘salta al vacío’, pero sin paracaídas. La realidad es que no podemos sustraernos de la historia. Tenemos que avanzar con ella. Hay que intentar hacer modificaciones que nos permitan negociar con el contexto histórico en el que estamos”, afirma.
Defender la democracia representativa y el Estado
Este no es un discurso que tenga mucha audiencia hoy, reconoce la filósofa. “Es muy difícil en ocasiones transmitir estas ideas porque los intelectuales que tenemos una voz moderada no somos muy escuchados. La mayoría de las intelectuales y los intelectuales que son escuchados están en la radicalidad. Es una radicalidad que encontramos tanto en la extrema derecha como en la extrema izquierda, que también la hay. Y, como se dice a menudo, los extremos se juntan. Tanto las extremas derechas como las extremas izquierdas intelectuales están buscando la misma anulación y destrucción del Estado”, subraya.
Para esta intelectual, es absolutamente necesario pensar la utopía dentro de un marco jurídico e institucional.
“Yo, en este punto, sigo siendo muy moderna. Para mí, nada es posible por fuera de la democracia representativa. Incluso la democracia participativa popular solo es posible dentro del marco de la democracia representativa, es decir, en el marco del derecho. Sin derecho, sin leyes, es el caos. Tengamos en cuenta que los que cuestionan hoy el Estado democrático representativo lo pueden hacer porque tienen el derecho de expresarse. Ese derecho a expresarse está consagrado en las Constituciones de los estados democráticos representativos. La imagen que me viene a la cabeza es la siguiente: es como sentarse en una rama que está suspendida en el vacío y empiezan a serruchar la rama. Vamos, chiquito, que tarde o temprano te vas a caer”, concluye.